Las decisiones son esas cosas
que te abren la libertad, empezar a decidir, desde lo más simple y tonto
hasta con quien compartir el resto de tu vida es libertad y eso genera remordimiento.
Sentimiento de esas cosas que pudimos haber evitado. El típico ¿Que hubiera
pasado si...?
Mientras más opciones tenemos, más hay en
juego si nos equivocamos con la decisión. "¿si tenía tanto para elegir
porque lo hice tan mal?" Es lo que me pasa a mí todo el tiempo; al elegir
una marca de shampoo, que no me funciona, me da bronca porque tuve veinte mil
productos a mi alcance pero elegí justo ese, el que me hizo mal.
Lamentablemente es la vida, está hecha de decisiones,
acertadas y equivocadas pero decisiones que de igual manera influyen y hacen tu
vida. De pronto llega el momento en el que los remordimientos no se quieren ir
de ti, vives atada al “Por qué lo hice tan mal?” “Por qué elegí justo eso?” El tema es ese, nada nos garantiza que las decisiones
sean las correctas, nada ni nadie nos puede dar esa respuesta. Y acá no es arriesgar
y ver qué onda, acá esto implica mucho más que un simple riesgo, esto es saber
que el mundo es imperfecto, que nunca -sí, nunca- vamos a hacer las cosas
dentro de los estereotipos de otros, que tenemos muchísimo que elegir y
probablemente no estemos listos, pero tus decisiones son irreversibles y son
tuyas, nada de lo que hiciste está completamente mal desde el sentido de ‘cosa
mala’ porque lo que está mal para ti no siempre está mal para mí. Nos
equivocamos, tropezamos, hacemos las cosas mal pero hay necesidad de cargar con
esa mochila llena de remordimientos y de “Que hubieras?” Hay necesidad de vivir
angustiados con el “Por qué me
equivoque?”
Un remordimiento es el eco del corazón, es
el corazón hablando sin parar y diciendo una y otra vez eso que está ahí,
latente. Que no lo quieres superar.
Paradójicamente, la felicidad tal vez se
basa en limitar nuestras opciones en lugar de incrementarlas. Esta comprobado
que el que tuvo menos cosas para elegir es más feliz, claro, si solo tengo dos
opciones es mucho más fácil saber cuál es la mejor para mí. Pero la vida no
viene fraccionada, la vida viene como quiere y como le da la gana, la vida es
vueltera y cuando crees que la tienes comiendo de tu mano te demuestra que
estas equivocada.
No tengo nada para garantizarles que nunca
más sientan remordimientos, no tengo una sola teoría de cómo evitarlos, pero si
tengo una reflexión que me ayuda a sentirme -un poco- menos equivocada, quizás lo
mejor a veces no es lo mejor. De repente no siempre hay que ganar para ganar. A
veces perder es ganar, a veces perder es no equivocarse. Lo que es exitoso para
mí no va a ser exitoso para ti, yo soy distinta, tu, eres distinto, cada quien
tiene su idea de ‘perfecto’, cada quien tiene su idealismo. No existen las
comparaciones, no hay nada que te haga mejor o peor que el otro. No vivas
pensando porque no lograste eso que no lograste, vive agradecido por lo que si
lograste. Eso nos hace más felices y por lo menos para mí, ser feliz es ser
exitoso.
De repente esa es la receta, mientras más
cosas hay para elegir más se complica, pero la clave está en hacer que cada una
de tus decisiones sean irreversibles, y
claro apreciar constantemente la vida que tienes. Lo que hiciste con estas decisiones,
y lo que vas a seguir haciendo…
Sin remordimientos y con agradecimientos.
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